Kim Ung-Yong, se hizo famoso al ser considerado como «el niño prodigio». Y es que su sobrenombre no era por mera publicidad, cuando tenía 15 años ya había recibido su doctorado.
Kim Ung-Yong con 6 años
En su examen de cociente intelectual, sacó 210 puntos, puntaje que lo coloca como una de las mentes más brillantes de toda la historia.
Lo enviaron a un programa para niños superdotados, en el que día tras día se le asignaban actividades para mejorar su rendimiento.
Todos los días le llegaban ofertas de pasantías en empresas distintas y hasta ofertas de trabajo, con condiciones especiales para menores de edad.
Después de acumular elogios por parte de sus colegas académicos, de acumular ofertas de trabajos, ofertas académicas, premios, terminó trabajando en la NASA, y después de un par de años renunció.
Una persona cuya inteligencia opaca a las más grandes mentes de la historia, y simplemente se distanció de todo eso.
El problema fue que desde muy pequeño le habían trazado su futuro, todas las personas que conocía le decían qué hacer o qué no hacer y a qué dedicarse o a qué no dedicarse, hasta que simplemente, se cansó; no era felíz, se sentía como una máquina, no como una persona.
Hoy en día trabaja en una universidad normal como profesor, una profesión muy prestigiosa, que sin embargo muchos consideran que su intelecto está siendo desperdiciado en ese puesto.
De hecho, a día de hoy en las noticias coreanas se siguen refiriendo a él como una especie de genio fracasado, ya que se esperaba que cambiara el mundo con el poder de su mente, que fuera el innovador de un campo científico o por lo menos un gran inventor.
¿Y saben qué? Que está bien, Kim ni nadie está obligado a hacer algo que no le hace felíz, no está obligado a alcanzar todo su potencial, solamente porque alguien sea inteligente no significa que automáticamente tenga que utilizar su inteligencia, hay personas que se conforman con vivir una vida normal.
